fotografía rafael villar
Domingo, 13 de marzo de 2016

Arrimón por la Tauromaquia o Como ser un Bárbaro

Este ha sido un fin de semana reivindicativo de la TAUROMAQUIA; el sábado la plaza de toros de Illescas (Toledo), se llenó de glamour en una corrida-simulacro que, aunque no me guste, debo reconocer que suma a la Fiesta más que resta, por ser un fenómeno mediático.

El domigo se ha consumado la esperada manifestación de Valencia, con más de 40.000 personas gritando LIBERTAD, un gran éxito para todos los que amamos esto de los toros.

Por ello quiero aportar mi granito de arena reivindicativo, publicando la introducción que el pasado jueves 10 de marzo hice en la plaza de toros de Toledo, cuando de la mano de la peña El Trapío tuve oportunidad de presentar, en mi condición de moderador del coloquio, el mano a mano que Eugenio de Mora y David Martín de Vidales materializaron como toricantanos que en su día fueron en el tres veces cincuentenario coso toledano.

¡Va por Ustedes!: 

Hace poco más de una semana, tuvimos en esta carpa instalada en el patio de cuadrillas de la plaza de toros de Toledo, la tertulia de los Miércoles Taurinos de la peña El Trapío. Como invitado estuvo Joselito de Vega, torero y maestro de la escuela taurina Domingo Ortega, y también subimos a la palestra a distintos alumnos, entre los que estuvo Miguelito, un chaval de unos 11 o 12 años que quiere ser torero.

Miguelito nos llegó a contar que en el colegio, un niño, le llamó ASESINO, y me pregunto: ¿a qué puede ser debida la inmoralidad de una sociedad en la que un niño llama a otro asesino por querer ser torero?

El hecho insultante de llamar asesino a toreros y aficionados, está fomentado por los nuevos inquisidores, que no son otros que los mal llamados animalistas, a los que el toro bravo les importa un bledo, puesto que si llegan a conseguir la prohibición de dar toros, se acabará la existencia de tan noble y bello animal, y con él su impresionante legado genético, y por supuesto, dejarán de conservarse las dehesas, una herencia medioambiental única en el mundo debido a su biodiversidad, que terminarán desapareciendo por la cerrajón de la inquisición animalista.

Bien es cierto que los ataques a la tauromaquia son históricos, cuando no eran los reyes, era la iglesia, pero siempre, de una u otra forma ha estado ahí, aguantando las embestidas, evolucionando, adecuándose a los tiempos. Desde que nuestros ancestros pintasen uros en Altamira, Cantabria, o grabasen al Box primigenius en Siega Verde, Salamanca, los toros bravos han sido parte inherente en el acervo cultural de los españoles, y además hemos sabido exportar esta cultura a otras partes del mundo.

Hoy esta situación es muy distinta, porque hoy no son los reyes, ni la iglesia quien ataca, hoy es parte de nuestra sociedad la que da tarascadas a la tauromaquia con el patrocinio y apoyo de algunos políticos, sobre todo los que asimismo se llaman de la nueva política, esa casta liberticida y sectaria que huele a naftalina leninista.

Vivimos en una sociedad adocenada, arruinada moralmente en la mediocridad del animalismo, que pone a las mascotas por encima de las personas, una sociedad fácilmente manipulable por ignorante, sin valores, idiotizada por lo políticamente correcto, donde es más importante ponerle falda al monigote del semáforo o leer un Padre Nuestro blasfemo, que dar trabajo al parado o una cultura digna a nuestros estudiantes.

Esto hace que los animalistas y las corporaciones de las que dependen y se alimentan económicamente, tengan el caldo de cultivo adecuado para infiltrar, para inocular en nuestra mediocre sociedad ese concepto irracional de la humanización de los animales.

Además los nuevos inquisidores se creen moralmente superiores a los taurinos, a los aficionados, considerándonos asesinos y bárbaros.

No sé si seré un bárbaro, pero lo que tengo claro es que no soy un asesino. Un asesino es una persona que mata a otra con alevosía o ensañamiento, aquí está clara la manipulación del lenguaje y la humanización animal, ya que si yo mato a un animal, me puedes llamar matarife o carnicero y si quieres insultarme llámame jifero o matachín, pero nunca asesino. Asesino, al menos en potencia, es la persona que desea la muerte de otra por no aceptar sus modos de vida, tradiciones, aficiones o convicciones. De éstos, desgraciadamente, nuestra mezquina sociedad cuenta con algunos miles.

No sé si seré un bárbaro, pero si ser un bárbaro es deslumbrarse ante la naturaleza donde nace, se cría y vive el toro bravo, entonces soy un bárbaro.

Si ser un bárbaro es creer, como García Lorca, que "la fiesta de toros es la más culta que hay hoy en el mundo", o que "los toros es el único sitio donde se va con la seguridad de ver la muerte rodeada de la más deslumbradora belleza", entonces soy un bárbaro.

Si ser un bárbaro es poseer la capacidad de elegir y hacerlo libremente, entonces soy un bárbaro.

Si ser un bárbaro es disfrutar del murmullo de expectación ante una gran faena, o del olé rotundo de miles de gargantas al unísono, entonces soy un bárbaro.

Si ser un bárbaro es ver ARTE con mayúsculas en el encuentro místico entre el toro y el torero, entonces soy un bárbaro.

Si ser un bárbaro es emocionarme con el milagro de la bravura del toro, viéndolo entrar al caballo una, dos, tres veces…entonces soy un bárbaro.

Si ser un bárbaro es estar enamorado del animal más bello del mundo, entonces soy un bárbaro.

Si ser un bárbaro es aceptar la liturgia de la lidia y muerte del toro bravo en la plaza, entonces soy un bárbaro.

Si ser un bárbaro es salvar la vida a un toro por su lucha y bravura, entonces soy un bárbaro.

Si ser un bárbaro es vibrar con un natural desmayado, ante una mole cárdena de más de media tonelada, con unas defensas prodigiosas y letales, entonces soy un bárbaro.

Si ser un bárbaro es respetar y admirar a unos hombres capaces de bailar con la muerte, de poder a poder, héroes dando su vida en una efímera creación de arte inundando los sentidos, entonces soy un bárbaro.

 Si ser un bárbaro es sentirme afortunado por mi afición a los toros, a su mundo, y a todo lo que rodea a la tauromaquia, entonces señoras y señores reconozco que soy un bárbaro.

Marzo 2016
Fdo. Rafael Villar Moyo

 

Vista de la carpa de la plaza de toros de Toledo, llena de público en el mano a mano (Foto cortesía de Paco Rodríguez)

La Tribuna de Toledo, artículo de Dominguín, publicado el 11 de marzo

 

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Autor: rafael villar moyo
rvmoyo@gmail.com